miércoles, 5 de octubre de 2011

Denise León y el reconocimiento en la poesía

La poeta tucumana Denise León fue distinguida con el Segundo Premio en Poesía en la convocatoria 2010 del Fondo Nacional de las Artes por su libro El saco de douglas. Filo digital realizó una entrevista a la escritora y docente de la Facultad de Filosofía y Letras

Por Máximo Hernán Mena – Estudiante de Letras



( PRIMERA PARTE)

I – Los Libros y los premios
¿Denise, cómo llega este reconocimiento?
Hace un tiempo me otorgaron el segundo premio del Fondo Nacional de las Artes por el libro El saco de douglas. Esta convocatoria busca fomentar la producción literaria y la actividad editorial en Argentina y otorga reconocimientos en diferentes géneros. El premio del género poesía corresponde al año 2010. Es un concurso muy interesante y muy serio, con un jurado reconocido, creo que es el más importante en poesía en el país, un género muy olvidado en cuanto a concursos. El premio consiste en una cierta cantidad de dinero que tiene que ser utilizada para publicar el libro. El Fondo Nacional de las Artes exige un mínimo de 300 libros. La editorial que uno elige envía al Fondo la propuesta y ellos tienen que dar su aprobación.
¿Qué significa para vos el libro? ¿Cómo lo fuiste pensando y cómo se te ocurrió presentarlo al concurso? 
Es un libro que yo venía pensando desde hace mucho tiempo. No lo venía pensando como libro, sino como una serie de imágenes visuales, pero también auditivas que me habían quedado en la memoria. Cuando hice mi tesis de licenciatura, realicé entrevistas a mujeres inmigrantes que vivían en Tucumán. Esas entrevistas fueron muy impactantes, porque yo no me olvide nunca más de esas mujeres. Recordaba lo que me contaron, también los climas que se generaron en cada uno de los encuentros. Todo esto tomó forma en mi tesis de grado que después fue publicada como un trabajo académico. Pero la fuerza de las historias y de los relatos son cosas que permanecieron conmigo y que yo no olvidé. Siempre pensé que tenía que hacer algo con eso. Finalmente, lo que hice con esos relatos, fue crear tres voces femeninas diferentes a partir del recuerdo de ciertas imágenes, y no sólo guiándome de lo anecdótico, sino también, de cosas que me impactaron, de ciertos climas que se generaron y de algunas frases sueltas que se dijeron. Y a partir de ahí, trabajar y crear otros personajes. Y en este sentido no hay una relación directa entre los testimonios y lo que fui creando. 
Trabaje las voces de tres mujeres. Luisa es una mujer que es abandonada por su padre siendo niña. El relato surge a partir del recuerdo del abandono que es una marca en su vida. Klara es una mujer que sobrevive a su familia, pero casi por accidente, por casualidad, pero desde ese momento no puede reconstruir lazos afectivos con nada, queda marcada por la muerte. La tercera mujer es Alegre, y es una mujer que está cuidando a un niño. El poema experimenta todo lo que experimenta esa mujer. Los poemas son cosas de mujeres, historias de mujeres.
El nombre del libro tiene que ver con muchas cuestiones. El saco de douglas es un órgano femenino. Y me gustaba la idea de saco, de bolsa, de implemento que sirve para trasladar algo, pensando en los inmigrantes. Lo que se carga arriba de las cosas que quedan.
 
II – Ecos en el lenguaje
¿Todo esto tiene mucho que ver con lo que venías escribiendo en El trayecto de la herida y en Poemas de Estambul? Por ejemplo, en el último libro que nombré, hablas de que “es imposible escapar de lo inevitable de la sangre”.
Es la tensión entre repetición y creación, un movimiento en el que estamos todos. Uno inevitablemente repite, pero al mismo tiempo, al apropiarse de algo, lo modifica y eso implica una creación. Pero para que algo se repita y se mantenga vivo es necesaria la variación.
Me irrita mucho el tema de la pureza. Me ocurrió que una revista (“Jerusalem”) que comentó el libro Poemas de Estambul dice, y con justeza, que los poemas no están escritos en el judeoespañol que se habla actualmente. Y yo decía: por supuesto que no, porque es una lengua inventada. No es una lengua de comunicación habitual, porque es una lengua propia que es articulada como una lengua poética, armada con la música de ciertas palabras que yo conserve de mis abuelos, y al mismo tiempo, inventé.
Hay muchos ecos en los libros
Sí, porque además son lenguas como el yidish, el ladino, el judeoespañol que se sostuvieron mientras los judíos conservaban su situación de marginalidad. Pero cuando emigraron, los usos se fueron cruzando, asimilando y mezclando con otras palabras y pierden su sentido como lengua de comunicación. Una lengua se mantiene viva porque cambia sino, ya se ha muerto. Sin embargo, muchas veces, esas comunidades se obstinan en el sentido de la pureza. A partir de allí, se puede decir que son lenguas que están agonizando, en el sentido de que no las habla nadie.
Se mantienen vivas en la cotidianeidad, en ese día a día, al que es muy difícil acceder...
Inevitablemente se transforma. Una misma lengua pero que no es la misma lengua. Hay una transformación sutil, lo que le sucede a cualquier cosa que está viva y la gente usa.
Además, es la lengua de los que se están adaptando y asimilando cosas de otros para hacerlas propias. ¿Cómo sentís esa tensión de la palabra? Porque en Poemas de Estambul hay un espejo pero que no refleja ni reconstruye una especularidad exacta. ¿Cómo es la tensión entre los dos registros, el registro de la cursiva y el otro?
Originalmente escribí los textos en judeoespañol, y después tuve que traducirlos por que no es una lengua transparente. Cuando empezaba la lectura en judeoespañol, la gente se incomodaba porque les sonaba extraña. Luego, la traducción parecía calmarlos.
El judeoespañol tiene una música que suena antigua, que brinda ciertas posibilidades y ciertas limitaciones. La lengua se va poniendo como ciertos límites con lo que se puede decir y lo que no. A partir de ahí, trabaje los textos originalmente en judeoespañol y luego conservé esa versión de los originales en el libro. Lo que debería estar en cursiva son las traducciones.
Lo que me interesaba, más que hacer un uso exacto de la lengua, era apropiarme de esa música que, para mí, tiene mucha resonancia y significación, porque permanece vinculada con cosas que tienen que ver con mi experiencia y con mi vida.
 
III – Madre palabra
También se relacionan directamente con tu infancia. Hay una frase como epígrafe que dice que “el espacio de la infancia es el espacio del deseo, no se cumple lo que se desea”. Entonces, la infancia es el espacio de los ecos, uno no sabe bien que está escuchando, no reconoce el verdadero significado de ciertas frases.
La infancia es un espacio que te persigue toda la vida, no sabes que vas a recordar mañana, tampoco podes elegirlo.
¿Cómo lees hoy el libro El trayecto de la herida?
Ese libro describe un trayecto diferente porque trabaja la enfermedad como una herida, como una marca en el cuerpo. Trata de iluminar ciertas zonas del cuerpo y ciertas cosas a las que se expone una persona enferma. Y de que manera, ante ciertos momentos de desprotección, se busca en el recuerdo a la primera protección, que es la madre.
Un fantasma que da vueltas por todo el texto es la importancia de la madre. Una de las ideas era pensar como marca, la palabra de la madre. Te marca el cuerpo, pero también te marca la memoria. Socialmente, es la madre la que lo introduce al niño al mundo y se lo va presentando. Creo que eso es una línea profunda que se sigue explorando.
Quizás, un elemento para relacionar con la importancia del relato materno y de los abuelos, es el tema de la mirada como un barranco, un filo, y pareciera que uno siempre permanece bajo ese filo. ¿Sentías que estabas reescribiendo algo? ¿Cómo es la reescritura de esa palabra materna?
Cuando escribo, hablo de cosas que tienen que ver conmigo, no como una gran autobiografía, sino en relación con cosas que pensé, que me contaron, que he visto o que he sentido. Me pasa algo terrible y que ya es hasta algo incontrolado: cuando veo o escucho algo, pienso de inmediato como lo diría, como pondría eso en palabras. Muchas veces, es pensar en algo y tirarlo, estirarlo como para llegar a un extremo. Y esto tiene que ver con extremar la experiencia de la escritura buscando, por supuesto, un efecto estético, que ocasione un impacto, una emoción en el lector. Además pienso que en este sentido, uno no tiene una sola madre, sino que tiene muchas madres en las diferentes épocas de la vida. De acuerdo a como viven otras mujeres, lo que uno ve y escucha. Todo eso soy yo y está ahí. 
Lo que también me interesaba era escribir sobre la madre que nombra al niño, que cuando empieza a hablar usa la tercera persona. El yo aparece después, se construye luego de que un grupo de personas nombra al niño. A partir de ese momento, él sabe que es él, y lo de afuera se va metiendo adentro. Con el tiempo, la madre intenta interpretar lo que el niño quiere cuando llora, la gente pregunta y como la madre no sabe todo lo que piensa y siente el niño, se imagina, inventa un relato...(Continúa en Filo digital)

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